10 AÑOS DESPUES
Cuando en setiembre de este año se acercaron unos jóvenes y maduros abogados a proponerme candidatear al decanato del Colegio de Abogados de Lima, vinieron a mi memoria los imborrables momentos que me tocaron vivir en el año 2001.
Ese año nuestro país había recobrado por fin un gobierno democrático, luego de la dictadura fujimontesinista que azotó los destinos del país desde el 5 de abril del año 1992, al cual muchas personas serviles que paseaban sus rostros por las pantallas de la televisión secuestrada por la mafia y hoy se han reciclado, sirvieron sin respetar los principios democráticos de las causas justas que nuestro colegio defiende y todo agremiado jura defender el día de su incorporación a nuestro Colegio.
Como en este año 2011 también postulé al decanato del Colegio de Abogados de lima, sin saber este año, cómo se había deteriorado aún más nuestra institución, ni cuál será el resultado de estas elecciones.
Aquel 2001 Dios y la providencia me premiaron con el triunfo en las ánforas, sin embargo, personas cuyo nombre prefiero obviar y hoy postulan a cargos directivos en otras listas contendoras. Arrebataron sin el menor escrúpulo y la forma más antidemocrática las dos ánforas que llegaban a ratificar mi triunfo en las urnas.
Aquel año un fraude escandaloso, propio de personas sin la menor decencia ni respeto que el Colegio exige a sus miembros se produjo por primera vez en su larga historia, que se inicia en el año 1804, es decir, incluso antes de la creación de la República peruana.
Aquella ingrata noche de noviembre del 2001 había derrotado al entonces contendor y al igual que el año 2004, se produjo un fraude, lleno de violencia que por decoro y respeto a mi gremio, lleve en silencio durante largos 10 años.
Al aceptar mi candidatura en el año 2011 y conforme los días han ido pasando me ido dando cuenta que la irresponsabilidad de algunos quienes fueron decanos en los últimos años y la falta de cariño a nuestra institución han convertido en un botín lo que antes era sinónimo de la unión que debe reinar en un gremio donde el señorío y respeto a los valores democráticos que todo abogado jura defender con decoro, como lo hicieron nuestros decanos: Vicente Ugarte del pino la noche que fue encarcelado y Raúl Ferrero costa la mañana que fue casi masacrado en las puertas de nuestro colegio, el 6 de abril de 1992. Se han perdido.
Nuestro colegio, el colegio al cual pertenezco desde hace más de 48 años se ha convertido en los últimos 10 años en un lugar, donde se robaron ánforas, se hacen tipos cambiarios por miembros de juntas directivas para beneficio de ellos, donde el decano se olvida de ser decano y piensa en ser presidente de la República o en beneficios personales a costa del prestigio bien ganado en base a la decencia y honradez de muchos colegas. Aprender Derecho es fácil, hacer justicia para con quienes nos miran como maestros eso solo lo deciden las urnas y esta vez vengo para ganar. Palabra de maestro, aunque algunos se hayan olvidado los principios que enarbolé cuando dirigí la escuela de derecho de la Universidad San Martín de Porres fijando las bases de la actual facultad de derecho y el decanato de la facultad de derecho de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y que otros aprendieron en las aulas de otras universidades a donde yo vengo a enseñar lo que aprendía en la vida para recuperar nuestro Colegio. Su historia lo merece.
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